lunes, 15 de octubre de 2007

Meditando en la Colmena

Me esta llevando la chingada, sentado en mi lugar de la colmena, no encuentro energía para comenzar a hacer lo que se supone me pagan por hacer. Ultimamente me cuesta mucho trabajo levantarme, presentarme a trabajar es ya un gran logro. En mi tiempo libre ya solamente duermo, cada vez es más difícil encontrar ánimo para leer, no se diga escribir y menos comenzar esa tesis que se supone debería haber terminado desde hace meses. Enciendo la televisión y paso horas cambiando de canal a una velocidad vertiginosa con la ilusión de encontrar algo decente que ver, termino hipnotizado y durmiéndome nuevamente. Bebo, pero solamente cuando vienen por mí y hay un plan exageradamente bueno, ya ni siquiera encuentro la energía para beber sólo en mi casa escuchando música, en mi último inventario encontré un six pack y media botella de Whiskey que no había tocado en semanas. ¿Depresión?, eso es para maricas, yo solía ser muy alegre, nunca sonaba ocupado para la peda ni el desmadre, ni siquiera en los días más oscuros del alma. Lo que tengo es hartazgo, hastió de todo, mortalmente aburrido languidesco en espera de la muerte. Hablar, tratar de razonar o fingir un poco de interés en las personas que me rodean me cuesta cada vez más trabajo, me temo que un día ya no me quede la mascara de cortesía que me pongo en las mañanas, que me resulte insoportable el dolor de la mandíbula por tantas sonrisas fingidas que debo adoptar diariamente (las últimas parece que me salen como muecas de payaso neurótico porque se nota el impacto tétrico que tienen en mis interlocutores). No odio a la gente (no a toda al menos), simplemente no soporto su presencia, y me es imposible interesarme en ellos. El "buenos días" de trámite cada vez me sale peor y se va pareciendo a un "chinga tú madre", pero con otras letras. ¿Soy un egoísta que quiere que todo el mundo gire en torno a mi mierda en lugar de la de otros?, ¡mirenme!, ¡mirenme!, ¡ocupense de mi!. Seguramente, pero al menos no en un grado mayor que el común de la gente, más bien siempre me ha gustado el anonimato, la tranquilidad de no sentir lazos con nadie y poder mandar todo a la mierda y darme la vuelta para desaparecer, sin llamadas, ni visitas a mi casa, ni cartas de despedida, ni reproches, me involucro con lo que quiero, desde luego elijo siempre las causas perdidas, las dolorosas. De cualquier forma, temo que se aproxima el día en que la gente me vea al rostro y se espante, descubra que algo esta mal en mi, que ya no me reconozcan como a un semejante y que enciendan sus antorchas para perseguirme y matar al monstruo. ¿En que castillo me guareceré?, ¿quien se reconocerá como mi creador y me dará asilo para defenderme de la turba enardecida?, ¿tú dios?. No me hagan reír.

1 comentario:

Ana De Longa dijo...

Wow! Me identifiqué cabrón.