sábado, 17 de noviembre de 2007

Epifanía

Que chingón, ya amaneció, tengo todos los dientes y los huevos completos. En la cartera todavía queda algo de dinero y la cruda esta siendo complaciente. Dios si existe.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Dilema

Es viernes, el regocijo invade el corazón. Tengo muchos eventos para el día de hoy, comidas, corridas de toros y visitas a pederías en compañía de amigos. Estoy de excelente humor, así que ya sé que va a pasar, voy a tratar de ir a todos los eventos y a las 10 de la noche traeré una peda de locos. Espero no terminar en un putero porque estoy ahorrando para un proyecto.

No puedo estar tranquilo en un lugar, aunque esté pasándomela a toda madre, si sé que en otro hay acción y soy solicitado, no puedo marcar ocupado. Nunca voy a olvidar a una ex que siempre renegaba porque yo quería hacer todo en un mismo día: ir a comer, al cine, a coger y después dejarla en su casa para ir a beber con mis amigos toda la noche*. Yo creo que si se tiene capacidad para cumplir airosamente, se debe de ir por todas las canicas del morral, la vida es muy corta. Y una mierda además.

*Posdata: Recomiendo que si se sigue este itinerario, se coja primero y se coma y asista al cine después. La ruta contraria puede causar mucha pesadez e incluso conatos de calambres.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Disfraces

De nuevo Lunes. No me siento nada bien, el exceso de alcohol me provoca siempre esta paranoia que no me deja dormir durante varios días. ¿Bebo para no ser yo?, ¿bebo para olvidar?, ¿bebo como un animal, sin razón, simplemente como un vicio adquirido?. Hay verdad en el vino, dijo un sabio, pero yo no he encontrado la mía. No soy yo, o quizás el único verdadero yo es el alcoholizado.

Sábado, fiesta de disfraces. A media fiesta soy el que toma las fotografías, porque soy el único sin disfraz, ¿o no?. De pronto un relámpago en la mente y caigo en la cuenta de que no me estoy divirtiendo. Estoy ebrio y no me divierto, estoy con gente simpática, mujeres agradables y no me divierto. Una verdad se abre paso en mi envilecido cerebro. No soy como ellos. Los conozco a todos aquí en el bar del loco, me gusta su compañía y a ellos la mía, pero en éste momento soy incapaz de iniciar una charla coherente. Todos están borrachos, todos disfrazados, luchadores, doctores, policías, demonios. Me gustaría poder ponerme un disfraz y disfrutarlo, pero no puedo, no se porque, no es miedo al ridículo que es mi compañero constante. Soy un antisocial, la mayor parte del tiempo puedo aparentar normalidad pero al final no soy como los demás, nunca lo he sido. Se comienzan a dar cuenta de que algo anda mal. No estoy triste, es simplemente una apatía infinita y en éste momento, en medio de la vorágine de disfraces, música y alcohol, es de pronto más evidente, más terrible. Soy un monstruo, pero no busco simpatía, no espero que me pregunten que tengo. Salgo del local sin despedirme, dejo la botella de whiskey que acabo de comprar, la beberán ellos.

Quizás me falta alcohol, eso debe ser, un poco más, suficiente para bailar encima de las mesas, fingir que la plática de las viejas me entretiene, pedir algunos números de teléfono y hacerme el interesante o el gracioso para obtener un poco de sexo. Siempre he podido, ¿por qué hoy no?.

Voy a La Encrucijada, no se que pasa. Salgo al cajero y ya no me dejan volver a entrar. No hubo pelea, ni insultos -es muy raro que yo me ponga agresivo-, quizás me vieron muy borracho o no me reconocieron, no se. Me alegro y no pronuncio la menor protesta. Decido largarme sin avisar a otra cuadrilla de amigos que ya había convocado en el lugar, me mandan mensaje avisando que nos cambiaron de mesa. No les contesto para decirles que estoy afuera. Los bolsillos repletos de dinero, el cerebro confundido. Tomo un taxi y voy por la noche rumbo a la cama de una prostituta. Tampoco a ella le digo que no se lo que me pasa, que creo que lo humano que hay en mi se esta pudriendo. Ella no me hace preguntas, me dice que me he ganado un descuento por cliente frecuente. Destapo una botella de cerveza, soy el hombre más feliz del mundo.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Verónica y Hugo.

Pequeña historia acorde a las fechas.


"Verónica y Hugo"


7:30 p.m.

Verónica esta ansiosa. Hace meses que lee su blog, es como una estrella de rock, inteligente y seguro. Le escribió: “adoro tus textos”, le contó su vida y envió una fotografía. El exquisito cínico contestó: “Preciosa, pero veo poca carne”. Acordaron una cita.
Peina sus cabellos negros y perfuma su pálido cuerpo de adolescente. Fantasea con que él sea la familia que no conoció, quien diga: “descansa en mí, llora si debes”. De pronto, la misma sensación de hace días, un intenso calor baja por su pecho hasta el sexo, un dolor placentero. Se ruboriza, le avergüenza que Hugo le provoque tanto. Es el indicado, tiene que ser, ¿verdad mi pobre niña?.

8:30 p.m.

Hugo observa la noche desde la ventana. Ella contaba su vida en el último correo. Soledad, dolor y una fotografía. Demasiado delgada, ¿sería suficiente?, debió elegir una más voluptuosa. Repasa la última línea: “puede ser el comienzo de algo lindo“. “No lo sabes bien, querida”, piensa, y en su rostro inexpresivo aparece algo parecido a una sonrisa.

11:30 p.m.

Salen abrazados de “La Encrucijada”. “Lástima, estuvimos muy poco, la bebida me mareó”, “¿a dónde vamos?”. “Es una sorpresa”, contesta él sin emoción.

12:00 a.m.

“Asusta, no se ven carros”. “¿Para que los quieres?”, pregunta comenzando a tocarla.
Sabe lo que él espera, no quiere pasar por niña. Le hierve la sangre cuando la toca. Pensamientos románticos se mezclan con deseos primitivos, no quiere que pare, quiere sentirlo.
La besa, bajando hasta el cuello. Ella no puede más. De nuevo el estallido de dolor y placer entre sus piernas. Demasiado deseo. No siente la primera mordida.

12:30 a.m.

A medio carcomer, sangra los tapetes del bien cuidado auto. Que caro resulta un acostón estos días.

Por el monte, una figura delgada y medio desnuda, que vagamente recuerda a una niña, corre a cuatro patas. Cerca, dos enamorados se besan.

Los ojos rojos de Verónica los miran, saca la lengua como un perro y lame la sangre fresca alrededor de su boca. No, ya no tiene hambre, ya nunca sentirá hambre de nuevo. Da la vuelta y se pierde en las entrañas de la noche.