Soy nuevo en esto de los Blogs, de hecho en todo esto del internet, me gusta leer y trato de aprender a escribir, encontré un taller que se llama Metatextos e inicié este blog para participar allì, envié el siguiente texto para participar en el cuarto ejercicio, lamentablemente debí de hacer algo mal porque no fue publicado, seguramente atribuible a mi torpeza con estas malditas màquinas, es una lastima, de cualquier forma lo publico aquí, para dejar constancia de su existencia:
Delirium Tremens
Chilaquiles podridos y crema rancia, únicos inquilinos del refrigerador; lo supe hace días al tratar, ilusamente, de comer en esta pocilga. Mi cerebro, inerme ante el hambre, hizo la absurda deducción de que el tiempo podía haber mutado espontáneamente esos despojos en manjares. Tenía razón, devoro las tortillas frías, aún no totalmente invadidas de moho, tragadas con lágrimas que caen por la cárcava formada bajo mis ojos por el llanto de la rabia.
Meditabundo, me sorprende el último recuerdo de mi padre, “volverás, rogándome”. ¡Jamás!, grite, largándome de esa casa de odios y miseria. ¡Por fin, libre y poderoso!, con el destino como herencia, arrancaría a la vida éxitos a placer, el mundo era una confitería para mi exclusivo deleite.
No necesitabas ser un adelantado en el arte de la quiromancia, para conocer mi futuro de desengaños y fracasos; el único que lo ignoraba era yo. “Eres fácil de emborucar”, palabrita con que mi adorable abuela me decía pendejo. Con los descalabros dudé de mi talento; ahora sé que no tengo ninguno. Eso no impedía a los poderosos señoritos acceder a becas. Una y otra vez, pasaron por encima de mis méritos esos bastardos afeminados.
Borracho y hambriento. Es sencillo encontrar invitaciones para beber, pero imposible mendigar pan, sin sentir el bofetón de la vergüenza. Mi lucidez sale de escena con afectada caravana al público de la última función del delirium tremens. Una libélula violeta revolotea entre lánguidas luces, con su sonrisa pletórica de colmillos. Tirado, sujeto la botella de ron, productor del milagro de la alucinación tenaz, mi única compañera.
El minutero avanza, y aquí, la nada devora la existencia de un poeta, espejo de un fantasma que pretendía atacar con polvo de hadas, las estúpidas conciencias de los monstruos sin alma, que se llaman a sí mismos “gente decente”.
Chilaquiles podridos y crema rancia, únicos inquilinos del refrigerador; lo supe hace días al tratar, ilusamente, de comer en esta pocilga. Mi cerebro, inerme ante el hambre, hizo la absurda deducción de que el tiempo podía haber mutado espontáneamente esos despojos en manjares. Tenía razón, devoro las tortillas frías, aún no totalmente invadidas de moho, tragadas con lágrimas que caen por la cárcava formada bajo mis ojos por el llanto de la rabia.
Meditabundo, me sorprende el último recuerdo de mi padre, “volverás, rogándome”. ¡Jamás!, grite, largándome de esa casa de odios y miseria. ¡Por fin, libre y poderoso!, con el destino como herencia, arrancaría a la vida éxitos a placer, el mundo era una confitería para mi exclusivo deleite.
No necesitabas ser un adelantado en el arte de la quiromancia, para conocer mi futuro de desengaños y fracasos; el único que lo ignoraba era yo. “Eres fácil de emborucar”, palabrita con que mi adorable abuela me decía pendejo. Con los descalabros dudé de mi talento; ahora sé que no tengo ninguno. Eso no impedía a los poderosos señoritos acceder a becas. Una y otra vez, pasaron por encima de mis méritos esos bastardos afeminados.
Borracho y hambriento. Es sencillo encontrar invitaciones para beber, pero imposible mendigar pan, sin sentir el bofetón de la vergüenza. Mi lucidez sale de escena con afectada caravana al público de la última función del delirium tremens. Una libélula violeta revolotea entre lánguidas luces, con su sonrisa pletórica de colmillos. Tirado, sujeto la botella de ron, productor del milagro de la alucinación tenaz, mi única compañera.
El minutero avanza, y aquí, la nada devora la existencia de un poeta, espejo de un fantasma que pretendía atacar con polvo de hadas, las estúpidas conciencias de los monstruos sin alma, que se llaman a sí mismos “gente decente”.
1 comentario:
nada mal chavo, sigue escribiendo
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