lunes, 5 de noviembre de 2007

Disfraces

De nuevo Lunes. No me siento nada bien, el exceso de alcohol me provoca siempre esta paranoia que no me deja dormir durante varios días. ¿Bebo para no ser yo?, ¿bebo para olvidar?, ¿bebo como un animal, sin razón, simplemente como un vicio adquirido?. Hay verdad en el vino, dijo un sabio, pero yo no he encontrado la mía. No soy yo, o quizás el único verdadero yo es el alcoholizado.

Sábado, fiesta de disfraces. A media fiesta soy el que toma las fotografías, porque soy el único sin disfraz, ¿o no?. De pronto un relámpago en la mente y caigo en la cuenta de que no me estoy divirtiendo. Estoy ebrio y no me divierto, estoy con gente simpática, mujeres agradables y no me divierto. Una verdad se abre paso en mi envilecido cerebro. No soy como ellos. Los conozco a todos aquí en el bar del loco, me gusta su compañía y a ellos la mía, pero en éste momento soy incapaz de iniciar una charla coherente. Todos están borrachos, todos disfrazados, luchadores, doctores, policías, demonios. Me gustaría poder ponerme un disfraz y disfrutarlo, pero no puedo, no se porque, no es miedo al ridículo que es mi compañero constante. Soy un antisocial, la mayor parte del tiempo puedo aparentar normalidad pero al final no soy como los demás, nunca lo he sido. Se comienzan a dar cuenta de que algo anda mal. No estoy triste, es simplemente una apatía infinita y en éste momento, en medio de la vorágine de disfraces, música y alcohol, es de pronto más evidente, más terrible. Soy un monstruo, pero no busco simpatía, no espero que me pregunten que tengo. Salgo del local sin despedirme, dejo la botella de whiskey que acabo de comprar, la beberán ellos.

Quizás me falta alcohol, eso debe ser, un poco más, suficiente para bailar encima de las mesas, fingir que la plática de las viejas me entretiene, pedir algunos números de teléfono y hacerme el interesante o el gracioso para obtener un poco de sexo. Siempre he podido, ¿por qué hoy no?.

Voy a La Encrucijada, no se que pasa. Salgo al cajero y ya no me dejan volver a entrar. No hubo pelea, ni insultos -es muy raro que yo me ponga agresivo-, quizás me vieron muy borracho o no me reconocieron, no se. Me alegro y no pronuncio la menor protesta. Decido largarme sin avisar a otra cuadrilla de amigos que ya había convocado en el lugar, me mandan mensaje avisando que nos cambiaron de mesa. No les contesto para decirles que estoy afuera. Los bolsillos repletos de dinero, el cerebro confundido. Tomo un taxi y voy por la noche rumbo a la cama de una prostituta. Tampoco a ella le digo que no se lo que me pasa, que creo que lo humano que hay en mi se esta pudriendo. Ella no me hace preguntas, me dice que me he ganado un descuento por cliente frecuente. Destapo una botella de cerveza, soy el hombre más feliz del mundo.

5 comentarios:

Ana De Longa dijo...

Comparto el dolor.

Shophie Kowalski dijo...

Yo también estuve el sábado en la encrucijada, ja...

Damián de Victoria dijo...

Seguro nos encontramos, pero yo no me acuerdo casi de nada.

Yuvia Go dijo...

no es mejor el sexo gratis?

Yuvia Go dijo...

jajajaja mil años despues mi comentario