lunes, 17 de diciembre de 2007

Sangras dulce en Navidad

Antes que en ningún otro lugar, mi próximo ejercicio para metatextos: un cuento de Navidad.

Sangras Dulce en Navidad

Viví solo, lejos de la familia desde joven. El azar determinó que días antes de la separación ella y yo decoráramos el árbol de navidad juntos.

Ese árbol duró puesto trece años ininterrumpidos, recordándomela mucho después de su muerte. También atestiguó mi génesis etílico, revolcones, villanías y como destazaron mi corazón.

Me gusta la navidad, me acostumbré a su permanente presencia en mi vida. Aunque ahora traiga más nostalgia que alegrías y haga mis pérdidas más patentes.

Designa arbitrariamente el nacimiento de aquel en cuyo mensaje ya nadie cree, y de quien no hablaré mal, porque no le conozco; pero me gusta la ilusión de buena voluntad, a pesar del consumismo y la sensiblería estúpida. O quizás sólo me gustan el frío y pretextos para beber.

Sin embargo, en una época viví entre creyentes que practicaban su religión sin hipocresías, siendo espirituales y felices. Y tuve navidades de champagne, pavos, risas, pasteles y música. Experimenté el culto solemne, y quise ser bondadoso y hacer del mundo un paraíso.

Pero el mundo ya no es inocente; y este solitario que bebe whisky en la oscuridad, atenuada por las luces de un nuevo árbol cuyo valor podría alimentar a un indigente más de un mes, no es ya el niño que esperaba ansioso a Santa Claus.

Pero me gusta la navidad y el nudo que se forma en la garganta al recordar, porque han inventado una mentira de esperanza, porque a veces el dolor desahoga.

Levanto el vaso y en silencio brindo con mis fantasmas apurándolo de un trago. Limpio con la manga del abrigo una lagrima invisible y salgo al frío, rumbo a “La Yegua”, a comprarme un regalo de cuatro mil pesos.

Que quieren, los recuerdos tocaron este corazón, quizás no muerto del todo. Todavía punza cuando mezclo melancolía con licor.

Sangra pues, pequeño perverso, sangra dulce, que hoy tienes permiso. Solamente te exijo, bajo juramento solemne, que cuando la eterna noche nos abrace no atesoremos, bastardo traicionero, un último sueño que pueda, burlona, arrebatarnos.

3 comentarios:

licuado mental dijo...

No sé que comentarte, soy fan de Daddy Yanquee, dicen que eso influye...

Lu García dijo...

En metatextos como que no me dieron ganas de escribir lo mucho que me gustó este cuento.

Curiosamente ya se me está haciendo costumbre que tus textos me gusten más que los demás, que el mío incluso.

Así es la navidad, un recordatorio de que la esperanza es de quienes necesitan creer en ella, y un pretexto para beber, para quienes creen más en el alcohol que en la esperanza.

Salud!

Ricardo Arce dijo...

Ya huele a podrido, cambie la canción.