Ladrones, asesinos, piratas y traidores

Fui afortunado en tener los padres que tuve, ellos vivieron de una manera extraordinaria y con amor supieron ser amigos de sus hijos, enseñándonos a mirar el mundo con inteligencia y alegría. Creo que seríamos un azote de la humanidad si no hubiera sido por su guía.

A mi padre le irritaban las personas que pretendían sustentar privilegios con base en sus rancios abolengos, fortunas familiares o cualquier clase de títulos. El creía que los hombres y las mujeres valen por su forma de ser y por su actitud frente a la vida, esos méritos eran los únicos que reconocía, nunca se supo que viera por encima del hombro a nadie. Por el contrario, se sentía más a gusto compartiendo la mesa con un pescador o un jardinero que con un obispo o un industrial, me consta porque lo vi en muchas ocasiones. Siempre ponía más atención a la gente humilde, parecía absorber enseñanzas de cada una de sus palabras.

En cualquier caso, un día mi padre me dijo con su tradicional sentido del humor: “Hijo, eres dueño de tu propio destino, nunca dejes que nadie te haga sentir lo contrario, puedes alcanzar la meta que te propongas, porque eres descendiente directo de ladrones, asesinos, piratas y traidores”.

Después de semejante declaración ambos nos miramos por un segundo y acto seguido rompimos en carcajada limpia durante varios minutos.

Por supuesto que era una broma, pero ahora me queda claro que lo que trató de decirme es que no importa tu origen, sino quien eres, cual es tu carácter y cuales han sido las decisiones que has tomado en la vida. Hay gente con dinero, con títulos universitarios, con éxitos mundanos, pero que por dentro están llenos de miseria y esto los atormenta y los convierte en un foco de amargura para los que los rodean.

Así que ésta herencia de “humilde con el débil y soberbio con el poderoso” me viene de él. Claro que quiero triunfar, claro que trabajo para tener lo mejor, pero si eso significa sacrificar mi alma, nos vemos en el infierno.