Amor, ¿qué significa?, ¿puede conjurarse una maldición así?, no lo sé, pero una vez amé y fui adorado.
Ahora parece ridículo queridos amigos, pero es verdad, yo también amé como un autentico y estúpido romántico. La conocí en la universidad y, bueno, la historia es muy larga, baste decir que a pesar de que no pensaba en ella como pareja, terminamos juntos. El destino es una perra loca del demonio.
Pasó el tiempo, mucho, y cada día éramos más cercanos. Me importaba lo que pensaba, lo que sentía, conocí a su familia y, Dios me perdone, me aleje de amigos y parrandas. Que me lleve el diablo, ¡comencé a soñar como sería si nos casáramos y formáramos una familia!
No olvido la sensación, la falta de aire cuando ella no estaba, extrañarla cada momento del día y contar los minutos hasta volver a verla. Preocuparme por su seguridad, pasar horas eligiendo un obsequio en su cumpleaños, ahorrar algo de dinero para invitarla a un buen restaurante y en fin, estar dispuesto a dar cada gota de sangre por su felicidad. Sentir como reventaba el corazón de alegría si ella era feliz.
Nunca he vuelto a sentir lo mismo, besarnos durante horas que para mi eran minutos, hacer el amor sabiendo exactamente lo que hacía sentir bien al otro. Entregarse al grado de preferir dar placer antes que recibirlo y comprender que dormir con la mujer que amas es más que sexo, es una epifanía, un instante sagrado por el que vale la pena morir. Creí en la posibilidad de la existencia de Dios estando con ella en nuestra cama.
Así es queridos hermanos, era perfecto, amaba y me sentía amado. Dirán que no existe la relación ideal, pero les juro por la memoria de mis ancestros que durante esos años no peleamos ni una ocasión, jamás hubo gritos, ni insultos, no éramos celosos, ni posesivos. El mundo era color de rosa.
Un día supe que me habían domesticado y ¿saben una cosa?, no me importó, estaba a gusto, cómodo con esa posición, quería compartir mi vida con ella, con mi compañera, amante y mejor amiga.
Pero como ya habrán adivinado, pacientes amigos, la belleza en este mundo dura poco, repentinamente todo acabó. Ella se fue. Solamente existían dos formas en que la vida hubiera podido arrebatármela sin que yo luchara con el alma por ella. Una era la muerte, la otra forma fue en la que ella decidió irse. No pude oponerme, todavía duele y se me hiela la sangre en las venas al recordar sus palabras de despedida, cuando le replique un débil y patético, “te amo”.
Lo que contestó me lo reservo, no es mi intención hacerla odiosa a quien pueda leer esto. Otro en mi lugar por lo menos la habría insultado, pero yo no, no pude, ¿como hubiera podido si la adoraba con la pasión de un demonio furioso?. Jamás volví a buscarla, sin embargo quiso la casualidad que días después nos cruzáramos en un bar, ella acompañada por otro pareció turbarse, yo caminé tranquilamente y en silencio a su lado, sin dirigirle la mirada, pero les juro compañeros, que en mi pecho había un ardiente dolor, más profundo que el sentido el día de la muerte de mis padres.
He aquí porque, a pesar de mi aparente juventud, me he convertido en una persona algo cínica respecto al amor, el monstruo que soy ahora aprendió su lección. ¿Vale la pena enamorarse?, ¿vale la pena arriesgarse a sufrir?, sí, lo vale. Pero nunca volverás a ser el mismo. Amar de verdad te pone en una situación difícil, vulnerable, porque esa persona en la que más confías, es en cierto sentido dueña de ti. El amor es como una dulce y frágil paloma, que repentinamente puede mostrar unas fauces llenas de afilados colmillos y morderte. No puedes defenderte de algo así, solamente queda sangrar, llorar y esperar que lo que te haya arrancado te permita seguir viviendo.
No soy una nena llorona, no me quejo. Me divertí bastante y la pase bien el tiempo que duró. Sin embargo, a veces, bebiendo en un bar y mirando a las parejas reír y conversar, les garantizo que daría lo que me queda de vida por sentir, una vez más, lo que es hacer el amor con la mujer de tu vida, mientras ella te promete con la creación como testigo, que te amara para siempre.